"Una cosa es zapatear y otra es pisotear el suelo”. Así nos demuestra uno de los mejores
bailaores de nuestro país, Antonio Gades, la fuerza que posee desde hace
décadas un sentimiento que ha convertido la visión internacional de España en
una imagen positiva de sal y temperamento: el flamenco.
Y a razón de la frase "Cojo la manzana, muerdo la manzana, tiro la
manzana" empezó mi amor por el culto al flamenco a los 5 años en una
academia de barrio. No soy andaluza, ni gitana, ni japonesa, que ahora parece
que se han puesto muy de moda. Simplemente una orgullosa madrileña que cada día
agradece más a "la madre que le parió" el haberse metido en este
mundo por lo que comúnmente se diría "amor al arte". Dicho esto , y
sin conocerme aún del todo, supongo que ya se habrán dado cuenta de las dos
pasiones que mueven por el momento mi vida, el baile y Madrid, mi ciudad.
Resulta un poco contradictorio, que sea aquí, en un recóndito lugar
dentro del corazón de Madrid, donde esté situado el mejor y más antiguo tablao
flamenco del mundo al que debe nombre "El Corral de la Morería".
Fue inaugurado en 1956 por Manuel del Rey, y se trata de un tablao con
categoría de restaurante de donde han conseguido cruzar el charco artistas tan
importantes como Antonio Gades o Jesús Fernández. No se extrañen si oyen
considerarlo como la Catedral del Arte Flamenco en España, solo pasen, tomen un
buen menú madrileño y vean. Y digo esto, porque muchos de ustedes pensarán que
para venerar este arte bailando se necesita de una raíz andaluza o gitana.
¿Influye? Por supuesto. Pero desde las entrañas que un día me demostraron que
se trataba de un arte pasional incontrolado, me di cuenta que únicamente es
necesario sentirlo, escucharlo y tener el valor suficiente para expresarle al
mundo un ego oculto que no puede ser descrito en verso, sino en movimiento.
El Corral de la Morería ha sido cuna de éxito por excelencia de lo
que podríamos denominar como representación artística del flamenco puro
español, y es el caso de la bailaora Blanca del Rey. Lamentablemente, no tengo
el gusto de conocerla en persona, y recalco lamentablemente porque lo mucho o
poco que he podido descubrir de ella, sustenta aún más la idea de respeto que
tengo hacia aquellas personas que no hacen de su profesión una forma de vida
sino todo lo contrario, la mejor manera de vivir. A ella le debemos obras casi
mágicas como Solea del Mantón; según ella, su huella digital y una inspiración
en la Córdoba natal donde nació.
No me gustaría utilizar la palabra canon para describir el enclave en el
que se encuentra su figura como artista, puesto que entiendo que, como ocurre
con una de las grandes expresiones artísticas más antiguas de la humanidad, la
pintura, cada artista, en este caso el pintor, trabaja con un estilo personal a
veces incluso autodidacta, pero siempre bajo un pilar técnico sobre el que se
alzará un arco de espontaneidad adquirido a través de la experiencia. Lo que
quiero demostrarles, es que, como cualquier manifestación artística el
"yo" personal, enriquece el campo en el que se trabaja, de lo
contrario, se impulsaría una tendencia al clonismo y a la comparación en
ocasiones con carácter negativo y Blanca del Rey solo hay una, única e
inimitable.
En cuanto al quipo que forman son casi una cifra de 80 artistas de gran
renombre los que en cada actuación favorecen a un espacio acogedor y sencillo
que difiere mucho de la compleja, pero perfecta técnica que comunican cuando
sobrepasan los escalones que imaginariamente les separan del público. Se trata
de un espacio cálido, rico en culturas pues a él se acercan gentes de todo el
mundo y sobre todo , un lugar donde el silencio no es impuesto, ya que no hay
presencia de micrófonos o luces. Única y exclusivamente los artistas se tienen
a sí mismos y es de ahí de donde hierve la sangre flamenca que a cada paso se
vuelve humana, sensible, débil o fuerte, pero siempre pura.
Siguiendo el paso por mi querida ciudad, muy cerca de uno de los
monumentos más visitados de la Comunidad de Madrid, el Estadio Santiago
Bernabeu, podrán hacer una visita al Corral de las Pachecas, fundado en
1571 y considerado el más grande del mundo. Su arma de fuego lo dota la
arquitectura, llena de tradición y pasión por la cultura flamenca, algo que lo
diferencia bastante del Corral de la Morería. Entre bastidores, las grandes
figuras que componen la Compañía de Ballet de Arte Español, se preparan a base
de un ritual personal, antes de acompañar a los cantautores, guitarristas,
violinistas y percusionistas que componen el espectáculo. En este sentido, me
gustaría dotar un espacio entre estas líneas precisamente a aquellos sin los
cuales el flamenco no sería flamenco sino pura antropología, la orquesta. Una
parte esencial para impulsar el corazón de los más valientes y aromatizar el
espacio en juegos de garra y piel, pues, el idioma del cantautor y la música
flamenca no es otra cosa sino el desecho de las capas más profundas del ser
humano. La exquisita carta, no solo de platos y tapas típicas de la tierra ,
sino de artistas como Jesús del Rosario José Romero, Fernando Rico o Lucky
Losada se fusionan junto con bailaores de gran categoría como Raúl Ortega o
Mónica Romero.
Otra arteria en común de puntos cardinales provenientes de todo el mundo
es Casa Patas, junto a uno de mis barrios favoritos de Madrid, Lavapiés,
un núcleo en el cual todavía hoy viven grandes maestros del flamenco desde hace
más de 150 años. Quizás sea un lugar más conocido por el arte culinario que se
ofrece, pero lo que está claro, es que durante mucho tiempo ha sido fuente de
recomendación para numerosos prescriptores dentro del gremio del turismo y
donde podrán dejarse deslumbrar por ese refulgir que solo la energía de la vida
puede brindar. Y esto lo consigue de la mano de bailaores como Juan Andrés Maya,
Irene "La Sentío" o Sergio Aranda.
Y es que son muchos años los que llevo calzando esta cultura casi por un
momento divina y resulta inevitable no enclavar la mirada profunda ante los
ojos, cuello, pecho, manos, torso, piernas y zapatos, de la persona que desnuda
su alma para ofrecer a través de movimiento, experiencias y humanidad,
arropadas por el terciopelo de la voz o el simple ruido de las palmas. La
creación de una esfera paralela donde el silencio se convierte en un símbolo de
admiración y reconocimiento.
El arte, tal vez sea el único refugio que haga del ser humano alguien
libre de expresarse así que no dejemos nunca de hacerlo, de cuidarlo y
protegerlo.
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