Hoy os quiero hablar de uno de
los tesoros de Madrid. ¡Qué digo! uno no: MUCHOS. A pesar de convivir con éstos
todos los días, de pasar por ellos sin llegar a verlos, forman un conjunto de
pequeñas maravillas que pasan sin pena ni gloria por sus habitantes. Es símbolo
del alma de algún arquitecto o diseñador, de artistas que querían dejar su
huella en tan fascinante metrópoli, incluso de ambiciosos soñadores que, en
tiempos más oscuros, ocultaron estas pequeñas obras de arte de un mundo hostil.
Me refiero a los portales. Esas
primeras salas que muestra un edificio al entrar en su interior, esos espacios
que en muchas ocasiones verifican la frase de no juzgar a un libro por su
portada. En Madrid existen numerosos portales dignos de ser conocidos por
ciudadanos y turistas, y esconden pequeños trocitos de su historia, así como el
trabajo de una mente brillante. Y no me refiero sólo a los portales privados,
sino también a la recepción de conocidas instituciones y entidades madrileñas.
Este portal, por ejemplo, se
encuentra en la calle Príncipe de Vergara nº11. Es uno de esos prodigios que,
afortunadamente, suelen estar abiertos al público. No tengo ni que decir qué es
lo que más destaca de esta sala, pues son todos sus pequeños detalles lo que la
hacen grande: Las escaleras, la vidriera, la doble altura, el portón de
entrada… Como éste, otros cientos ejemplos se ocultan estratégicamente en cada calle y avenida. Tan sólo espero poder despertar en vosotros esa curiosidad por salir a la calle y observar todo lo que os rodea, porque, en Madrid, todo merece la pena.
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