lunes, 8 de julio de 2013

Al ritmo de la capital


Es imposible pasear por el centro de Madrid sin ver un solo artista callejero, ya sea una de las caras más conocidas, como el violinista de Ciudad Universitaria, o la gente nueva que por gusto o por necesidad se suma día a día a los ya cientos de músicos que invaden cada rincón de la ciudad.
Resulta curioso que cada vez que pasamos a su lado agachamos la cabeza y subimos el volumen de nuestra radio, ya por puro instinto, prefiriendo ahogar con los ruidos de nuestra rutina los conciertos improvisados en los viejos vagones del metro, en los bares y restaurantes, en las calles... hasta en los callejones más olvidados se escuchan todavía ecos de jazz. Y pasamos de largo, con la mirada perdida, corriendo de un lado a otro como si fuese el último día de nuestra vida, al igual que lo fue el anterior.
Es hora de prestar atención y dejar que hable la ciudad. Madrid está viva, y suena bien.
He visto, a lo largo de los años, música para todos los gustos: desde las típicas melodías de guitarra, trompeta o acordeón hasta instrumentos a los que no sabría poner nombre, bandas sonoras que convierten el camino al trabajo en una marcha triunfal, cantantes a viva voz, cuartetos de cuerda, electrónica moderna invadiendo el terreno de las viejas glorias del rock, bailarines esquivando coches en los semáforos de hora punta, cantantes de ópera, clases de piano improvisadas, artistas que nos hacen recordar la música de nuestra tierra y coros de gospel que, de ahí, nos llevan al cielo... Si existe, está en la calle.
No hay que olvidar que el amor al arte es cada vez más difícil de encontrar estos días, y que muchos de los artistas viven de esas monedas que acumulamos en el fondo de la cartera y que no nos sirven ni para sacar el carro de la compra. Algunos hasta te venden discos, o pulseras, o cualquier otra pequeña muestra de talento que tengan guardada en la manga para poder competir en un mercado tan peculiar.
Sobre nosotros cae, por tanto, la responsabilidad de mantener este ecosistema madrileño al margen del ruido, la agitación y la monotonía de la capital, ahora más que nunca.

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