miércoles, 10 de julio de 2013

Felipe IV a su paso por Navalcarnero...

Nací en Valladolid, tierra de vinos, a principios del cuarto mes del año 1605. Procedo de una familia de sangre real, pues mi abuelo fue el gran rey Felipe II  y mi padre Felipe III. Como a ellos, me bautizaron bajo el nombre de Felipe y, en el año 1621, me coronaron rey  con el nombre de  Felipe IV, conocido como el “rey Planeta”.

A los diez años contraje matrimonio en Burdeos con Isabel, hija de los reyes de Francia. Con ella tuve siete hijos, aunque desgraciadamente cinco de ellos no sobrevivieron. Me quedé con dos hijos: María Teresa, que contrajo matrimonio con  Luis XIV, y Baltasar Carlos, mi sucesor al trono, que estaba comprometido con mi sobrina Mariana de Austria. Ella era una joven preciosa y muy inteligente para la corta edad que tenía, pero tristemente Baltasar murió en Zaragoza y no llego a casarse con ella.

Al venir a darme el pésame, mi cuñado me ofreció la mano de mi sobrina  y yo acepté. En ese momento,  mi sobrina tenía doce años y yo ya había cumplido los cuarenta. El día 20 de mayo de 1647 se firmaron las capitulaciones matrimoniales en Viena: yo fui representado por el Duque de Terranova y Mariana por el Conde de Fraquemburgo.
Una vez firmada las capitulaciones, los desposorios se celebraron -por poderes- en el gran Palacio Imperial de Viena, el día 8 de noviembre de ese mismo año. Cinco días después nos pusimos rumbo a España, donde tendría lugar la celebración de nuestra Boda Real. El lugar que elegí personalmente fue la Villa de Navalcarnero y una de las razones por la que la elegí fue por su proximidad con el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, el lugar donde mi futura mujer y yo celebraríamos nuestra luna de miel.

Al llegar a Navalcarnero, nos alojamos en dos casas-palacio contiguas, las cuales eran propiedad de la Familia Ollero. Como era tradición el día antes de la boda, los conyugues no podíamos vernos y por ello me marché con mi compañía a Brunete.
Llegado el día, era el siete de Octubre de 1649 ,me dirigí antes de que amaneciera hacia la Villa y cuando llegué entre en la gran casa donde me aguardaba mi bella dama. Entré y cuando la vi con aquel traje negro con toques plateados, la encontré más hermosa aún y parecía más mayor de lo que era en realidad. No pudimos hablarnos, solo mirarnos pues estaba terminantemente prohibido que dijéramos nuestros sentimientos antes de la boda.
En estas casas recibimos las bendiciones nupciales, recuerdo que una de estas casas se le llamaba la Casa de la Cadena. Tras recibirlas, nos marchamos a oír misa a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Llego el mediodía y, con ello, la hora del gran banquete nupcial. Acompañado de uno de los mejores caldos de uva que había probado en mi vida, la Villa puso a disposición fuentes de vinos para que todo el mundo pudiera celebrar el enlace. Tras el banquete empezaron las comedias. Un muchacho conocido como Juan Rana, hizo reír a mi esposa y se lo agradecí con una buena propina al muchacho, porque mi objetivo principal era que Mariana fuese feliz.
Tras las comedias, nos dirigimos a la plaza del pueblo, donde empezaría la gran corrida de toros de la tarde: 16 toros fueron toreados por los grandes toreros del momento. Al acabar la fiesta taurina ya era de noche y la villa ardía en luz, debido a los fuegos artificiales que por todo el pueblo se tiraban para cerrar el gran día de celebración.
Al terminar la lluvia de fuegos artificiales, mi mujer y yo nos dirijamos a pasar la noche de bodas en las casas de los Ollero y a la mañana siguiente, como agradecimiento por la atención y dedicación del pueblo a nuestra celebración, otorgué a Navalcarnero el titulo de Villa Real de Navalcarnero.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario